La canción más triste del mundo
El 11 de enero de 2015, bajo un cielo insultantemente azul y entre los acordes de una canción de Joan Manuel Serrat insultantemente alegre que sonaban insultantemente alto en mi cabeza, un pedazo del mundo dejó de ser lo que era. A veces, necesitas tiempo y calma para saber el momento exacto en el que las cosas dejan de ser como son y cambian irremediablemente. El 11 de enero de 2015, mientras el sol de invierno se colaba a través de unas cristaleras que preferiría no haber conocido jamás, yo sabía que algo se había roto y que difícilmente tendría arreglo. Ella, tan menuda, que se sentía la persona más pequeña e insignificante del mundo, resultó ser el cemento que mantenía las cosas en pie, quien tenía la carcajada que conseguía que las tinieblas estuvieran todo el rato llenas de luz. Serrat se burlaba sin quererlo diciendo que podía ser un buen día (y, además, mañana también) sin saber que la vida se quedaba un poco más vacía y cada silla en una casa de Madrid se quedaba un poco...