Impuntualidad.
No me gusta la impuntualidad y, sin embargo, últimamente tengo la sensación de llegar tarde todo el tiempo. Como la tarde que salí a buscarte y tú ya te habías ido. Pido calma pero soy incapaz de no intentar correr en el sentido contrario a las agujas del reloj, sin poder casi respirar y sin saber qué estoy buscando. Y, sin embargo, si en algún momento consigo colocarme detrás de ellas, las empujo con todas mis fuerzas a ver si así avanzan más deprisa. Me peleo constantemente con el tiempo y sus tiempos, como si no supiera de sobra cómo lo cambia todo un instante sin que sepas cómo ni cuándo y sin darte espacio para preparte, cómo ya no puedes volver a ver las mismas cosas de la misma manera y cómo se te quedan tatuadas para siempre en los recuerdos y en el miocardio. Como cuando, después de haberme bajado mil veces en la misma estación de tren, un día lo hice para ir a un concierto de La Oreja de Van Gogh, y ahora siempre suenan en mi cabeza sus canciones cuando espero en ese andén. O...