Cuentos de hadas.
Érase una vez una niña que vivió entre cuentos de hadas. Se alimentaba de sus páginas, respiraba los colores de sus dibujos y bebía la tinta de sus letras. Pero, por encima de todo, soñaba con sus historias. Cada vez que cerraba los ojos, a su mente venían castillos lejanos, lugares recónditos, criaturas inimaginables y, sobre todo, finales felices. Finales de esos que sólo estaban reservados para aquellos personajes valientes, nobles de corazón y que creían con toda su alma en sus propios sueños. Porque así, sólo así, podían alcanzarlos. La niña creció, y poco a poco fue dándose cuenta de que la mayoría de los parajes y de los seres que poblaban aquellos relatos no existían fuera de los libros. Sin embargo, nada ni nadie podía sacarle de la cabeza que los más profundos deseos de su corazón podían cumplirse si nunca perdía la fe, y si además era lo suficientemente valiente como para luchar por ellos. Las hadas no eran reales, pero sus cuentos, de alguna forma, podía...