Cazadores de versos.
Cerré los ojos
y pedí un deseo.
Te pedí.
Nos pedí.
Sin relojes, ni calendarios,
ni ropa,
y con caricias
de esas que se dan con la yema de los dedos
y te dibujan la boca
y la espalda
y las estrellas del cielo.
Nos pedí
cazadores de los tesoros
que se esconden entre las sábanas,
y nos pedí terremotos
de esos en los que lo único que se pierde
es la compostura.
Me pedí
contándote que, aún a veces,
me entran ganas de llorar
porque te juro que no me creo
la suerte que tengo por tenerte.
Y te pedí
arropándome
con tus brazos y un beso en la frente,
con caricias en el cuello,
y el alma,
y los huesos,
y cosquillas en el corazón.
Te pedí
riéndote bajito
y con esa sonrisa y esos ojos
que me aconsejan huir,
y ante los que yo siempre me rindo.
Y me pedí
vestida de carcajadas,
enredada en esa mirada
por la que no volvería a dormir.
Te pedí.
Me pedí, contigo.
Nos pedí.
y pedí un deseo.
Te pedí.
Nos pedí.
Sin relojes, ni calendarios,
ni ropa,
y con caricias
de esas que se dan con la yema de los dedos
y te dibujan la boca
y la espalda
y las estrellas del cielo.
Nos pedí
cazadores de los tesoros
que se esconden entre las sábanas,
y nos pedí terremotos
de esos en los que lo único que se pierde
es la compostura.
Me pedí
contándote que, aún a veces,
me entran ganas de llorar
porque te juro que no me creo
la suerte que tengo por tenerte.
Y te pedí
arropándome
con tus brazos y un beso en la frente,
con caricias en el cuello,
y el alma,
y los huesos,
y cosquillas en el corazón.
Te pedí
riéndote bajito
y con esa sonrisa y esos ojos
que me aconsejan huir,
y ante los que yo siempre me rindo.
Y me pedí
vestida de carcajadas,
enredada en esa mirada
por la que no volvería a dormir.
Te pedí.
Me pedí, contigo.
Nos pedí.
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