2017.

Cuánto ha crecido en un año
la niña que hace doce meses se creía heroína,
la que pensaba que había roto sus cadenas,
que decía que tenía menos miedo
y que se sentía con las alas medio abiertas.

Cuánto ha pasado.

Ahora se siente un lingotazo de fuerza,
como el último chupito de la noche,
tan poquita cosa,
pero superviviente de todas las tormentas.
Ahora los espejos
le devuelven la mirada con orgullo,
los ojos le saben a caricias
y le nacen flores en el pelo.

Las canciones ya no son terremotos 
sino puertos seguros,
y me arroparon el día
que me refugié bajo la lluvia
mientras huía del verano.

Se me llenaron los pulmones de agujas
y, a pesar del dolor,
me cosí un vestido con ellas.
Encontré manos para mí cuando me olvidé de caminar;
las que siempre estuvieron,
las que se fueron y volvieron,
y las que aparecen
cuando más falta hacen.

También perdí y reaprendí que,
a veces,
perder es una victoria.
Y vencí.
A mí,
al miedo,
a las pesadillas,
y al dolor.

Descubrí que se puede ser feliz
a través de la felicidad ajena,
que, a veces,
se te escapan lágrimas que sí valen la pena,
que en realidad la música nunca para
y no nos queda más remedio que seguir bailando.
Que la vida no cambia
si nosotros no la cambiamos.
Que no importa dónde,
sino con quién
y que hay sueños que se cumplen
justo en el momento indicado.

(pregúntale a París,
que me ha visto besarte)

Cuánto ha crecido esa niña
que no creía en empezar de cero
y lo ha hecho.
Que hoy es más heroína que ayer,
que rompe cadenas con las palabras y los dientes,
que tiene más miedo y más fuerza,
y que ya no se mira las alas,
sino el cielo que tiene enfrente.

Sigue creciendo, pequeña,
vuela.
Ojalá en doce meses hayas llorado más
de alegría que de pena.
Ojalá el cielo
sea el único que te traiga tormentas.
Ojalá las rosas
sigan acariciándote la piel.

Sigue creciendo, pequeña,
vuela,
y ojalá el año que viene leas esto
y te sientas orgullosa de todo lo que has peleado.

Escribo versos como las cosas van pasando.
Desordenado, sin pensar.
Rimando a ratos.
Por instinto.
Dulce y muy amargo.
A veces feo.
Veranos congelados.
Inviernos que arropan.
Un esfuerzo entre tanta mierda por ver un trocito de sol.
Y el sol.

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