Puntos de inflexión.

"He odiado las palabras y las he amado, espero haber estado a su altura".
La ladrona de libros (Markus Zusak)

Tú. Sí, tú. 

Que tienes miedo de lanzarte a escribir porque crees que se te ha olvidado, como si lo único que tuvieras que hacer no fuera tan sencillo como abrirte en canal y dejar que la sangre fluya. Tú, que vives a bordo de una montaña rusa y a veces sólo necesitas un poco de paz. Que desde fuera pareces un mar en calma y por dentro truenas. Que te has perdido otra vez y más que nunca, que rompes a llorar de repente porque sí. Porque la tormenta a veces se desborda.

Tú.

Que atravesaste un infierno sin pestañear y ahora no sabes a qué espina aferrarte. Que piensas que ya no tienes fuerzas y entonces avanzas un poquito más. Que no ves la puñetera luz al final del puñetero túnel, pero confías muy ciegamente en que en algún momento tiene que llegar. Tú, que tenías tanto que contar que dejaste de hacerlo por miedo a las palabras que pudieran salirte de dentro. Que sabes decir el momento exacto en el que tendrías que haberte puesto a salvo y no lo hiciste. Que ahora entiendes, pero de verdad, qué significaba eso de "yo de mayor quiero ser feliz".

Tú.

Encontrarás la salida de donde sea que necesitas escapar, y encontrarás las palabras para contar -y contarte- que sobreviviste a todas las zancadillas que tú misma te fuiste poniendo. Espero que algún día cierres los ojos y puedas decirle a una estrella fugaz que no necesitas más deseos. Ya no. Espero que te quieras más, que cantes sin miedo y bailes sin vergüenza. 

Querías ser muchas cosas, querías estar en muchos sitios, y no pudiste porque elegiste uno. Y elegir es descartar, renunciar, y no te diste cuenta. Y echas la vista atrás y miras ese marzo del catorce con rencor, con pena, por lo que podías haber sido y no fuiste. Porque pensabas que eras dueña de tu vida y sólo estabas dejando que te arrastrara la corriente. Ahora remas cuesta arriba. De corazón deseo que llegues a ser quien tú quieras ser, y sabes de sobra que no me refiero a una carrera ni a una profesión, porque tú tienes que ser mucho más que eso.

Es muy fácil decirle a tu yo de hace tantos años cómo tendría que haber hecho las cosas. En qué falló, qué tenía que haber contado y qué no. Qué era lo importante y que no supo ver. Es muy fácil, muy poco útil y muy doloroso.

La parte buena de los momentos malos es que, si te paras el tiempo necesario a mirar, puedes darte cuenta de qué cosas quieres para ti, y qué personas. Quién te supone un lastre y quién un salvavidas, quién un retroceso y quién un puerto seguro. A quién echas de menos y a quién no, quién sobra y quién no quieres que se vaya nunca. 

Menos mal que todo cambia aunque no queramos, significa que puede ir a mejor. 

No sé ponerle punto final a esto porque no sé cómo las tormentas deciden que ya está bien de llover. En realidad todo esto se queda corto con lo que quería contar, pero es igual.

Diré que gracias, por pasar conmigo por tanto, por llorar conmigo sin saber por qué lloraba yo, por cuidarme, por calmarme, por haber sido mi tranquilidad, por estar aunque no te tocase. A cambio, diré también que yo estoy siempre, por si te hace falta.

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