2019.

Se sentó frente al papel en blanco, frente a la vida en blanco, por primera vez sin un guión que marcara por dónde caminar. Muchas veces se había sentido perdida antes aunque siempre había algo a lo que aferrarse o una corriente por la que dejarse llevar, pero ahora no tenía nada de eso. Tenía el corazón roto en tantos trozos que cada uno le decía que tomara un camino diferente, y al final lo único que había hecho era sentarse en el arcén a mirar el tiempo pasar.

Hojeó las páginas inundadas de palabras que otras veces habían dado vida a la electricidad que generaba el vacío que sentía en las manos, que habían puesto nombre al nudo que le aprisionaba el aliento en el pecho y que habían gritado como nunca la necesidad de libertad. Hojeó páginas sin tachones porque la vida se escribe directamente a limpio, sin correcciones, pero con gotas de agua y sal de ojos tristes que no se perdonan los errores con facilidad. Leyó sobre soledad y naufragio, sobre desconcierto y no entender, sobre puñaladas y rapiña, sobre pesadillas de las que al final prefieres no despertarte y despertares que te golpean con una realidad que no quieres mirar.

Leí y llegué a la conclusión de que, lo que ahora creo que es lo peor de este año, en algún momento me parecerá lo mejor que me podía pasar. Que ha sido un 2019 regular lleno de cosas y personas muy buenas, que ya estaban o que han llegado para traerme una bocanada de aire fresco, con escapadas fugaces de una realidad que no me estaba gustando demasiado. Se me han abierto heridas y me han arrancado la piel a jirones, pero siempre había alguien ahí para limar los bordes de los pedazos de cristal que se me quedaban dentro. Gracias, por irte y dejar de ocupar un lugar que, en el fondo, no era para ti. Gracias, por haberme demostrado que no estoy sola, aunque no supiera verlo, por celebrar conmigo mis logros, por estar, por apoyarme, por demostrarme que no todo es tan malo, y que si lo fuera, estarías al lado hasta que dejase de serlo.

Me cuesta pensar que la vida sea distinta hoy de como era ayer, tengo las mismas dudas, las mismas heridas, el mismo rencor, el mismo agradecimiento, el mismo cariño, los mismos capítulos abiertos. Sin embargo, me permito hacer balance y prometerme avanzar, aunque luego no pueda llenar mis páginas de tachones y sólo me quede actuar en consecuencia de mis errores. Sólo quiero no quedarme parada para que no me coma el fango, para que llegue el 2021 y poder volverme a decir lo mucho que he crecido el último año.

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