3. Una decisión

Me he despertado con la evidencia de que no estás -ni vas a estar- subida a mi pecho como un peso muerto que me empuja hacia dentro el esternón. Soy consciente de que no estás -ni vas a estar- porque tú no quieres -ni me quieres- y se me hunden un poco más las costillas y me duele un poco más la vida.

Sé que nadie se muere de esto, pero no puedo evitar sentir este agujero negro donde se supone que deberían estar mis pulmones y doblarme un poco sobre mí misma para hacerme más pequeña, un poquito más, a ver si así no me cabe más tristeza ni más vacío dentro. A ver si así no me entero de que el mundo sigue girando a mi alrededor y tengo la excusa que necesito para dejar de girar yo.

Me dijiste que no sé quién había dicho que esto no era una mala decisión ni una buena decisión, sólo una decisión a secas. Sinceramente,  quiero creer que no piensas eso de verdad, porque significaría que decidiste qué hacer con tu futuro y con el mío como decides por la mañana si eliges la camiseta negra o la azul oscuro. O igual era una manera de quitarte responsabilidad de encima, pero en el fondo no puedes. Es posible que ahora no lo sepas ni lo sepa yo, pero la decisión, a la larga, será irremediablemente buena o mala. 

También se me hunde en el pecho la certeza de que si en algún momento dudases, te arrepintieras o quisieras volver atrás, no lo dirías. Cogerías tu decisión, dirías "bueno, es lo que hay" y seguirías adelante con ella sin plantearte que, tal vez, podría haber una alternativa. Se me hunde como un clavo ardiendo y como una condena a la vez.

Te echo de menos todo el rato, todos los días, en las cosas más pequeñas. En los buenos días y las buenas noches que desde hace un tiempo no son tan buenos. En los primeros rayos de sol de marzo. En los claveles de San Isidro. En los planes para el verano que no existen. En los paseos de siempre por los sitios de siempre porque para mí contigo todo era siempre especial e irrepetible aunque fuese lo mismo. Echo de menos el hueco entre tu hombro y tu cuello cuando necesito un punto de apoyo, el tacto de tus manos en las mías al caminar y la risa que nos devoraba estando a solas, porque con nadie me he reído jamás como me he reído contigo.

Nada va a ser nunca más de la misma forma.

Así que espero de corazón que, si nada va a cambiar, el tiempo me demuestre que tu decisión no fue sólo una decisión sino una buena decisión.

Ahora mismo, soy incapaz de verlo.

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