Agua y brasas.
A veces, no queda mucho más que hacer que observar cómo las cosas, sencillamente, van desapareciendo poco a poco. Como una rama seca devorada por el fuego, como las llamas cuando nada las alimenta o como un bloque de sal se disuelve al paso constante del agua. Realmente, no es culpa de nadie. Ni de quien no sentía lo que su corazón no podía sentir ni de quien no quiso conformarse con menos. Porque no existe el amor a medias. Y, aún así, créeme que no es tan sencillo dejar las cosas ir. Intentas aferrarte a lo bien que te hicieron sentir durante un momento, a cómo podría haber sido todo si todo hubiese sido distinto. Intentas agarrar con las manos ese torrente de agua que se te escapa entre los dedos disolviendo todo a su paso. Porque, por más que viva de esperanzas más de lo juiciosamente recomendable, ni las esperanzas ni los deseos pueden vivir del aire eternamente. Ningún fuego sobrevive sin oxígeno. Y, además, en realidad, todo siempre ha sido nada. Me molesta y, a...