Sueñas un beso en la mejilla, simple, sin más allá. Y luego otro beso, también en la mejilla. Peligrosamente cerca de la comisura de los labios. Después, oscuridad, una puerta entornada, una cama junto a ella. Ves como alguien desde fuera se asombra de que él vaya a entrar en la habitación, donde tú estás, oscuridad, y la puerta ligeramente entornada. Las visagras giran... entra la luz, se abre la puerta y abres los ojos. Un sueño.
Lo peor es que te pasarás el día esperando que algo, no sabes cómo ni porqué, haya cambiado, a partir de ese sueño.
Ay, amiga realidad...
Nievan los sueños, y antes de que puedas cogerlos, ya se han derretido.
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