Distancia, tiempo. Confusión. (7.7.11)

Porque nunca nada sale como piensas. Si te matan las dudas te crees (porque siempre has sido un poco idiota) que unos cuántos kilómetros  y algunos días le pondrán remedio. Empezabas a dejar de echar en falta la manos que acariciaban las teclas del piano, de forma dulce y caliente como un beso, y de repente, en el momento más inesperado, las necesitas. Y los ojos verdes, los de siempre, también. Pero pasa rápido. De pronto, quieres otra cosa, buscas un abrazo para perderte o simplemente para sentirte un poco mejor. De vuelta a la partida de ajedrez que parecía que el rey de las negras tenía perdida, algo cambia de nuevo. Otra voz, otros ojos, otras manos, y no sabes si jugarán en su favor o en su contra. Por una vez, te planteas la posibilidad de que, tal vez, sea mejor pensar antes de sentir, pero, aun sabiendo que es verdad, prefieres seguir queriendo "a tu manera": no importa quién, cómo, dónde, tampoco si él también es tan idiota como tú o si, sencillamente, es imposible. Qué más dará... Ahora mismo sólo tienes dos cosas claras: primero, que vuelves a los ojos verdes y su música pero no sabes de qué manera; segundo, que si algo puede ser fácil, tú harás lo que sea para complicarlo todo lo posible. Ya lo sabes, es que eres idiota.

En Oxford, a 7 de julio, 2011.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Contracorriente

Impuntualidad.

La canción más triste del mundo