Siempre, siempre viento.
A veces, hace falta estar a varios miles de kilómetros de altura, recordando aquella otra ocasión a varios miles de kilómetros de altura en la que no querías que el vuelo terminara, para darte cuenta que a veces, simplemente el hecho de volar, por muy alto que sea, por muy realizados que veamos nuestros sueños, no basta: Porque todos los aviones acaban aterrizando, todos los pájaros vuelven a posarse en una rama, y todas las hojas de los árboles terminan por dar con el suelo. Sin embargo, el viento siempre, siempre sopla; el viento siempre, siempre vuela. Como una brisa suave, como una caricia tierna, como una palabra dulce. O como una ventisca salvaje, como un huracán apasionado. Pero siempre, siempre soplando; siempre, siempre volando. Por ello te propongo hoy no ser uno de esos aviones que después de volar termina aterrizando, ni uno de esos pájaros que vuelve a posarse en una rama. Tampoco quiero que seamos una hoja de árbol de esas que terminan dando con el suelo otra vez. ...