Noche.
Noche. Despertarse como de una pesadilla, o peor, de un cuento. Dolor. Dolor de sentir que algo dentro de mí se rompe y me rompe, dolor de soledad y no poder pedirle a nadie que me agarre de la mano. Llueven mis ojos, de dolor, rabia y soledad. Pero de pronto, tú. Una caricia de tu voz susurra "shhhhh, tranquila, que estoy contigo; siempre he estado, siempre estoy, siempre estaré". Un beso en la frente, un abrazo fuerte, y yo contra tu piel. Seguridad, tranquilidad. Paz. Siempre has estado, siempre estás, siempre estarás. La suavidad de las yemas de tus dedos frenando la lluvia que cae por mis mejillas desde mis pupilas. Y vuelvo a cerrar los ojos, vuelvo al cuento, contigo.
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