Despedidas al despertar.

La ventaja de las pesadillas es que al final te despiertas. Que, afortunadamente, no son ciertas. Que al abrir los ojos puedes decir que era todo mentira con un suspiro de alivio. Que en la vida real estás a salvo.

El problema está en esos sueños que te hacen creer que la pesadilla viene al despertarse. Como si dejar de soñar fuesen las doce campanadas de Cenicienta que rompen el hechizo. Todo se desvanece, como desaparece el humo alejándose cada vez más y más en el cielo, como una bombilla que se funde cuando el hilo no da para más. El telón se viene abajo. Fin. 

El problema no está en las pesadillas que te hacen sufrir cuando duermes, sino en esos sueños a los que te mudarías a vivir para siempre sin despertar nunca.

El problema está en que me creía a cubierto que tu voz, de tus palabras, de tu olor y tu manera de hablar. Pero mi subconsciente, director y guionista de cada uno de mis sueños, los tiene atesorados, a salvo de mi olvido. 

Sueño con un cuento de hadas basado en hechos reales, y que sigue fielmente el guión. Nada podría decirme que no es verdad, salvo esos segundos en los que empiezo a darme cuenta de que me estoy despertando. El reloj da la primera campanada de las doce, el cuento comienza a volverse humo. La luz de esta bombilla se funde. Y vuelvo a quedarme sin tu voz, sin tus palabras, sin tu olor y tu manera de hablar. El telón cae precipitadamente.

Fin.


"Cada noche siempre fue una ausencia
y cada despertar un desencuentro".

Mario Benedetti - Por qué cantamos

***

"Esos eran los peores recuerdos. Preciosos y perfectos. Afilados como un bocado de cristales rotos".

Patrick Rothfuss - El nombre del viento

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