Los agostos congelados.
Tengo frío, pero no de ese que se cura con abrazos ni de ese que te pone la nariz roja y al mirarnos nos da por reír. Es un frío que me cala hasta dentro, que me paraliza los huesos y que me congela la sangre en las venas y el viento que, hasta ahora, soplaba mis velas. Es un frío que me deja la cara llena de escarcha salada, que me pega las pestañas y me devora las entrañas susurrando que no se piensa marchar. Tengo frío y necesito que alguien me arrope por las noches, que me regale un beso en la frente, un "tú puedes", un "todo esto va a terminar y tú, tú te vas a merecer el cielo." Pero yo no quiero el cielo, yo te quiero a ti. Que me arropes con tu piel y nos curemos labio con labio las heridas, despacio y hacer nudos con nuestras manos para que no se suelten estos lazos que me atan a la cordura. Ojalá encuentres un puerto seguro en mi cintura y en el filo de mi cadera una respuesta a ...