Atocha.
Me está comiendo la impaciencia,
y lo sabes.
Quedan ocho horas
y yo sólo pienso en abrazarte fuerte,
y eso que no sé
si tus abrazos van a ser calma,
tormenta,
refugio,
o la bomba que detone esta paz que me he construido a golpes.
He estado leyendo poesía
y te he visto en tantos versos
que me parecía un pecado
no regalarte uno de los míos.
Tengo un as de corazones guardado en la manga
porque a veces creo en la magia,
en las señales disfrazadas de casualidades,
y en que el tiempo pone todo en su lugar
y nos pondrá,
tal vez,
juntos en la misma playa.
Me han dicho varias veces
que me merezco el cielo
pero la verdad es que no me parece tan mal el infierno
mientras tú me beses.
Intento escribir nuestra historia
aunque sé que lo harían mejor las baldosas de Atocha,
nuestra esquina del museo,
Moyano,
o los árboles del Paseo del Prado
donde me disparaste, a lo bestia, a bocajarro,
a corazón abierto.
Ellos podrían contarlo mejor
porque a mí,
ya lo sabes,
me dejaste sin palabras
y con mucha risa tonta.
Te quiero.
Y me comería a bocados tu infierno si pudiera,
que ya sabes que no me asusta quemarme la lengua.
y lo sabes.
Quedan ocho horas
y yo sólo pienso en abrazarte fuerte,
y eso que no sé
si tus abrazos van a ser calma,
tormenta,
refugio,
o la bomba que detone esta paz que me he construido a golpes.
He estado leyendo poesía
y te he visto en tantos versos
que me parecía un pecado
no regalarte uno de los míos.
Tengo un as de corazones guardado en la manga
porque a veces creo en la magia,
en las señales disfrazadas de casualidades,
y en que el tiempo pone todo en su lugar
y nos pondrá,
tal vez,
juntos en la misma playa.
Me han dicho varias veces
que me merezco el cielo
pero la verdad es que no me parece tan mal el infierno
mientras tú me beses.
Intento escribir nuestra historia
aunque sé que lo harían mejor las baldosas de Atocha,
nuestra esquina del museo,
Moyano,
o los árboles del Paseo del Prado
donde me disparaste, a lo bestia, a bocajarro,
a corazón abierto.
Ellos podrían contarlo mejor
porque a mí,
ya lo sabes,
me dejaste sin palabras
y con mucha risa tonta.
Te quiero.
Y me comería a bocados tu infierno si pudiera,
que ya sabes que no me asusta quemarme la lengua.
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