Abismo.
Nunca el suelo
había estado tan lejos de mis pies,
ni la realidad
tan lejos de mis manos,
nunca el vacío
fue tan grande
y te juro que el miedo
jamás lo había sentido tan intenso.
Nunca.
Las pesadillas dejaron de ser fantasmas
para ser la vida, a puñaladas,
cuando me quiero despertar
y mi cabeza es un huracán furioso
porque esto
no
puede
ser
real.
A cañonazos se me han venido abajo
la fuerza,
el valor,
la calma,
pero jamás me había sido tan fácil encontrarlos
sólo para regalártelos a ti.
había estado tan lejos de mis pies,
ni la realidad
tan lejos de mis manos,
nunca el vacío
fue tan grande
y te juro que el miedo
jamás lo había sentido tan intenso.
Nunca.
Las pesadillas dejaron de ser fantasmas
para ser la vida, a puñaladas,
cuando me quiero despertar
y mi cabeza es un huracán furioso
porque esto
no
puede
ser
real.
A cañonazos se me han venido abajo
la fuerza,
el valor,
la calma,
pero jamás me había sido tan fácil encontrarlos
sólo para regalártelos a ti.
El 4 de julio estos versos me comían las entrañas, pero al verlos escritos decidí dejarlos escondidos. Vete tú a saber por qué, no me gustaban. Pasaron los días (todo va tan lento últimamente) y, al volver a fijarme en ellos, de pronto, me parecieron maravillosos. Decían exactamente lo que yo sabía que pretendía decir en aquel momento, aunque ya habían dejado de tener significado. Y menos mal. Hoy, vuelvo a ellos y vuelvo a reflejarme en lo que esconden, aunque se haya transformado. Podría usar hoy las mismas palabras, y podría englobarlo todo con ellos. Ojalá no volvieran a tener sentido nunca más. Ojalá todo esto se acabe.
De momento, sólo me quedan los versos.
De momento, sólo me quedan los versos.
Y la paciencia.
Y el tiempo.
Y la fe.
Y esta fuerza que no sabía que tenía dentro que me ayuda a no perderlos, y a no perderme por el camino.
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