A la deriva.
Ojalá pudieran capturarse las sensaciones
y guardarlas en frascos de cristal para recordarlas luego,
porque estoy sintiendo
como en medio de tanta oscuridad
se prende una vela
y no quiero que nunca se me olvide esta paz.
Me perdí,
pero no como se pierde quién olvida el camino,
sino con el pánico de quien,
de pronto,
no sabe a dónde quiere ir,
y de tanto caminar en círculos,
tropieza,
cae
y se sienta en el suelo a esperar
a que pase la tormenta.
Y ella no tiene pinta de querer escampar.
Metí las manos en los bolsillos
y me clavé los cristales de mis miedos,
de mi inseguridad,
de mi "yo no puedo",
de mi "no voy a llegar",
y toda esa sangre, gota a gota,
me borró el destino
y me mató los sueños,
y todo ese dolor, desgarro a desgarro,
un día me despertó
y se me puso delante de los ojos
en forma de poema.
La ventaja de caminar sin rumbo fijo
es que no sabes
con qué cosas buenas te vas a tropezar.
Ni tengo mapas, ni los quiero,
por una vez,
ir a la deriva me suena bien.
El truco está
en ir con los ojos bien abiertos,
en las ganas,
en el corazón,
en no querer perderte nada,
en el arrojo,
en cerrar los ojos y lanzarte de cabeza
al "ya se verá".
Ojalá pudieran capturarse las sensaciones,
porque siento una que me baila en el pecho,
tal vez
un poco de lluvia en tanto desierto,
tal vez
un presentimiento
que dice que,
tal vez,
no sepamos hacia dónde vamos
pero que todo va a ir bien.
y guardarlas en frascos de cristal para recordarlas luego,
porque estoy sintiendo
como en medio de tanta oscuridad
se prende una vela
y no quiero que nunca se me olvide esta paz.
Me perdí,
pero no como se pierde quién olvida el camino,
sino con el pánico de quien,
de pronto,
no sabe a dónde quiere ir,
y de tanto caminar en círculos,
tropieza,
cae
y se sienta en el suelo a esperar
a que pase la tormenta.
Y ella no tiene pinta de querer escampar.
Metí las manos en los bolsillos
y me clavé los cristales de mis miedos,
de mi inseguridad,
de mi "yo no puedo",
de mi "no voy a llegar",
y toda esa sangre, gota a gota,
me borró el destino
y me mató los sueños,
y todo ese dolor, desgarro a desgarro,
un día me despertó
y se me puso delante de los ojos
en forma de poema.
La ventaja de caminar sin rumbo fijo
es que no sabes
con qué cosas buenas te vas a tropezar.
Ni tengo mapas, ni los quiero,
por una vez,
ir a la deriva me suena bien.
El truco está
en ir con los ojos bien abiertos,
en las ganas,
en el corazón,
en no querer perderte nada,
en el arrojo,
en cerrar los ojos y lanzarte de cabeza
al "ya se verá".
Ojalá pudieran capturarse las sensaciones,
porque siento una que me baila en el pecho,
tal vez
un poco de lluvia en tanto desierto,
tal vez
un presentimiento
que dice que,
tal vez,
no sepamos hacia dónde vamos
pero que todo va a ir bien.
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