Allí.

Cierra los ojos, mi vida,
que estoy ahí.

Estoy en cada pliegue de tus sábanas,
cantándote bajito esa canción
que habla de no tener miedo si estás a mi lado.
Estoy enredada en tus manos
sin intención alguna de soltarte,
en cada arruga de tu ropa
con mi vicio eterno de acariciarte,
con las ganas,
la impaciencia
y todos estos besos que guardo para darte.

Eres mi billete de ida a la Luna,
el cohete que me sube a las estrellas,
y el motivo de esos aterrizajes forzosos
que terminan siempre en tus brazos.
Eres un beso en la frente
y en el cuello
y en los labios,
eres un pespunte de caricias en la espalda,
huracán,
diluvio,
volcán,
y la mejor de las calmas.
Eres fuerza
y eres el cemento que sostiene mis versos,
esa risa tonta 
y esta carita roja
que se me pone al acordarme de ti.

Parece que no,
pero el tic-tac del reloj no entiende de frenos,
y cada día más
es uno menos.
Cada día estás más cerca,
lo sabe este invierno que no llega,
lo saben los canales de Ámsterdam
y lo saben las luces de París.

También lo sé yo,
y para eso estoy,
para que a ti no se te olvide.
Para contarte que tenemos tantos planes pendientes
que las horas pasarán demasiado deprisa,
que, otra vez,
volverán a dolernos las mejillas de tanta risa
y que el fin del mundo
será el borde de un colchón,
que nos vestiremos de cosquillas
y que se nos quedará corta
cualquier canción de las de felicidad y amor.

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