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Mostrando entradas de 2019

Vuelvo.

Me da miedo moverme por si se rompe el suelo debajo de mí, y me da miedo respirar demasiado fuerte por si mis costillas revientan en mil pedazos. No me atrevo a cerrar los ojos, porque no quiero ver. No quiero estar sola, quiero gritar todas las cosas y a la vez no quiero pensarlas más, quiero que desaparezcan y a la vez quiero que me abracen. Necesito que la sangre se me ordene en el cuerpo, dejar de sentir este frío tan hasta los huesos en pleno agosto, que deje de ser un domingo eterno de una vez.  Me da miedo ponerme al mando de las palabras porque las he dejado de lado mucho tiempo y me puedo estrellar. Siempre me digo que no debería dejarlo, siempre se me olvida que aquí tengo un refugio y siempre se me olvida volver. Me da miedo escribir porque no consiste sólo en encadenar palabras, sino en abrirse el pecho en canal. Me da miedo porque hay textos que son necropsias, y las necropsias significan que algo se ha muerto. El cielo se ha roto y, a veces, cuando no pu...

Bailarina

Suave, despacio. De puntillas. Camina por la vida con la delicadeza de quien no  puede dejar huella. En el trayecto, en el destino, en los demás.  Han vuelto las pesadillas, han entrado también de puntillas otra vez en sus sábanas y se han enredado en sus hilos para no marcharse de nuevo. Han vuelto las agujas en el pecho, los por qué, la insuficiencia, el vértigo, los no quiero, el vacío, la electricidad en las manos, el ser menos. Un día tiene un castillo y, al siguiente, un montón de arena entre los dedos. Un día está triste, otro furiosa, otro indiferente. Casi todos los días se siente sola. Casi todos los días tiene un momento de debilidad, de resquebrajarse, de hundirse y no saber dónde clavar las uñas. Casi todos los días se llena los zapatos de agua, arrastra un peso que no es suyo y llega cansada a casa. Casi todos los días muerde con fuerza la angustia, hasta hacerse daño. Casi todas las noches aparta de un manotazo los puñales que le lanza el día siguien...

Resignación

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Te echo de menos. Echo de menos tu inocencia y tu ilusión, las de quien lo tiene todo por delante. Echo de menos el brillo de las estrellas en tu mirada, ese que sólo pueden echar de menos los ojos que se ven todos los días en el espejo. Echo de menos tus palabras bonitas, de algodón de azúcar, y tu capacidad de buscar calma, tranquilidad y oasis en mitad de tormentas que en realidad no existían. Cuando todas las cosas iban bien. Cuando pensabas que podías hacer lo que quisieras y llegar a dónde quisieras, cuando estabas donde querías estar e ibas hacia donde querías ir.  Te echo de menos, niña pequeña, niña con suerte, niña con ganas. Echo de menos que te dejes llevar por la felicidad y no por la corriente. No echo de menos tus inseguridades, porque han vuelto de golpe, como un tsunami que me ha arrastrado al fondo otra vez. Me han enterrado en la arena y se me ha metido en los ojos, en la boca, en los pulmones y en el corazón. Volveré a b...

Retroceder.

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Puede pasar, puedes volver atrás. He vuelto atrás. He vuelto a bailar con los pies descalzos encima de botellas de cristal rotas y se me ha vuelto a escapar la  sangre  entre jirones de piel. He puesto a cero el contador de días sin accidentes. Me acaricia el pelo esa sensación, aquella vieja conocida que nunca podría traerme nada nuevo. De repente soy una niña de cinco años que no quiere ir mañana al cole. Me escondo de la tormenta detrás de una canción, que es donde más llueve. La siento  refugio porque ella sabe de qué va la historia. Habla de escapar, y yo no quiero estar aquí.  No me queda energía para más que dar un paso más por inercia todos los días. No me queda energía para tener ganas, ni para entender por qué todas las cosas se han dado la vuelta. Sólo quiero cerrar los ojos y que pase el tiempo, que todo se ponga en el sitio en el que se supone que debe estar y ya yo veré qué hago. He rebobinado hasta un puente colgante sin barandill...

A ti, 2018.

Gracias. A ti, 2018, por haber sido oasis y paz después de la guerra de 2017, por haber sido abrigo después de la helada y por haber sido calma después de tantas tormentas. A ti, por haber sido refugio cuando nada más lo era, por permitirme aferrarme a las cinco barras de tus pentagramas  cuando  me estaba cayendo. Por ser canción de cuna  cuando  las pesadillas no me dejaban dormir, por hacerme temblar de emoción. Por obligarme a no pensar en últimas veces. A ti, por hacer la rutina menos rutina, por acompañarme en este último (¡ultimísimo!) tramo de cuesta arriba, por llorar conmigo aun sin saber por qué lloraba yo, por ser el empujón que a veces me hace  falta y por ser apoyo cuando el optimismo dice que ya si eso otro día. Por querer que salga el sol aunque a mí me guste la lluvia, por "venga, pero inténtalo, que no pierdes nada". A ti, aunque seas más fugaz de lo que yo quisiera, por valer más de lo que piensas y merecer mil millo...