1. Espero que no acabe en "borradores".
Últimamente las mañanas son la parte más dura del día. Abrir los ojos, tomar conciencia del punto en el que estoy, mover cada músculo necesario para arrastrarme fuera de la cama hacia la cocina, levantar la cafetera (¿siempre ha pesado aproximadamente 50 kilos, o solo es cosa mía?), servir medio vaso de café, el otro medio de leche, esperar un minuto y diez segundos de microondas.
Y pensar que tengo todo el día por delante.
Unas dieciséis horas para estar despierta y hacer cosas que, sinceramente, no me apetecen ni un poquito.
El microondas avisa de que mi minuto diez de espera ha terminado, así que desayuno mirando un punto fijo y pensando en lo que tengo que hacer inmediatamente después. Solo inmediatamente después, nunca más allá. Me tomo lo de vivir el presente de manera casi estrictamente literal porque pensar más allá de los próximos sesenta minutos me produce un vértigo, un malestar y un desasosiego que no tengo ni ganas ni fuerzas para gestionarlo.
No me importa que la gente (depende de qué gente) me diga que todo es un proceso, porque sé, muy en el fondo, que lo es. Que ni me voy a morir de esto ni me voy a quedar para siempre con esta sensación de vacío tanto si miro hacia atrás como si miro hacia delante. No me importa que me lo digan, pero yo no lo digo porque en realidad soy incapaz de creérmelo del todo. Me sé la teoría, pero la práctica siempre me ha parecido terrible y sé que cuando digo "pero bueno, poco a poco, es un proceso" lo hago no porque piense que es así sino por ofrecer un consuelo absurdo a la persona que me está escuchando.
A veces estoy tan cansada que no me queda espacio para estar triste, así que lloro de cansancio. Otras veces, más descansada, me comen la rabia, la frustración, la impotencia, la insuficiencia y, por su puesto, la tristeza. Por ser como soy, por no ser de otra manera, por estar llorando por esto y porque haría lo que fuera porque la situación se diera la vuelta, pero no puedo.
Pero bueno. Poco a poco.
Es un proceso.
Necesito desesperadamente que todo se ponga en pausa tres, cuatro, cinco días. Que me dé tiempo a reorganizar mi existencia para poder dejar de saltar de una piedra resbaladiza a otra lo más rápido posible para que no me lleve consigo la corriente. Para encontrar un punto de equilibrio que no sea tan precario, para poder dejar de mirar a un punto fijo constantemente sin caerme después. Necesito un respiro, un abrazo, que las canciones tristes no hablen de mí, un beso en la frente que no sea una despedida.
Otra cosa que necesito es un final para este texto. Pero tampoco lo tengo.
Comentarios
Publicar un comentario