La última noche sin saber que tú existías.

Una de las cosas que aprendí el año pasado es que lo que parece el fin del mundo la mayoría de las veces no termina siendo el fin del mundo. Que nunca sabes cómo te va a sorprender la vida en cualquier momento. Por ejemplo, como el día en el que me desperté y no sabía que luego te iba a conocer. Como esa noche que fue la última sin saber que tú existías.

Intento repetirme eso, que no sé cómo me va a sorprender la vida mañana, ahora que pienso en ti más de lo normal (y lo normal es que piense mucho en ti). Pienso en si me arrepiento o no de las cosas que no sucedieron. Aunque sé que fue la decisión correcta, pienso en si preferiría haberme equivocado o si entonces ahora tendría un peso encima más grande y más cosas a olvidar sin querer olvidarlas.

Ya te lo dije, me puede esa energía que desprendes y me contagias con tanta facilidad. Como de sol de verano pero que no quema, la luz reflejándose brillante en la superficie del agua o de olas de mar que embisten con fuerza y a la vez besan con delicadeza los pies transformadas en espuma cuando alcanzan la orilla. Como una playa con muchas palmeras y hasta un poco de arena, porque claro que habrá cosas que no me gusten tanto. Pero hay más de las que sí, lo siento.

Es absurdo ponerme a escribir esto precisamente cuando me arrolla la certeza más que probable de no volver a verte nunca, pero es muy difícil renunciar a todas esas sensaciones tan maravillosas que sentí contigo y es muy difícil recordar todo el rato que yo esto ya lo sabía desde el principio. Es muy difícil no pensar que ojalá nos hubiéramos encontrado en un momento diferente para que hubiese podido ser todo distinto.

¿Te acuerdas de esa cosa a la que dije que me aferraría para olvidarme de ti? Bueno, no me está saliendo tan bien. Contigo me tiemblan las piernas y también los andamios que sostienen esas cosas que creo que tengo claras. Y mira que tocaste la tecla precisa, eh. Y, aún así, sólo puedo pensar en cómo supiste leerme tan bien para saber qué podría servirme para dejar de creer que podría quererte.

Supongo que un poco ya te empezaba a querer.

Supongo también que la vida pasará y me sorprenderá otro día con algo nuevo que me permita dejar de pensar en ti tan a menudo. Pero pienso en esa última noche sin saber que tú existías y en cómo no sabía que yo no iba a ser la misma. Ahora, la idea de sentirme en brazos de nadie tan segura como en los tuyos me parece una ciencia ficción. Me parece mentira la posibilidad de encontrar en ningún otro lugar la dulzura del sol en la piel, el brillo de la luz en el agua de tus ojos y la pasión de las olas del mar a la vez y me parece absurdo creer que puedo fingir que nunca los he encontrado. Ya no puedo volver a ser quien era antes de conocerte.

Ojalá el tiempo me lleve la contraria, de momento sólo puedo decir que aunque probablemente no te vuelva a ver, probablemente estaré esperándote.

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