De vocación, miedosa (tú puedes).

Persona con miedo a tomar decisiones por pánico a equivocarse toma una decisión y se equivoca. 

Últimamente pienso mucho en cuando, en los primeros años con carnet de conducir, me daba tanto miedo que bajar en ascensor al garaje me ponía nerviosa y al bajarme del coche tenía agujetas en las piernas de la tensión que me producía. Ahora, conducir yo sola con la música muy alta y cantando a gritos es una de mis cosas favoritas del mundo.

Pero me queda muy lejos ese triunfo ahora.

Ahora, hay encima de mi pecho sensaciones que se asemejan a la aleta de un tiburón acercándose en zigzag, recordándome que esa presión tan específica en el esternón es una vieja amiga poco amable y avisándome de que tengo que ir saliendo de este mar con bandera roja.

Pero también me queda muy lejos la salida ahora mismo.

Y, además, está eso otro. El miedo más profundo, que repta por el asfalto como la niebla en una novela de Zafón y se cuela entre la ropa, congelándome los huesos hasta en el día más caluroso del verano más caluroso. El más irracional y a la vez el más palpable, el más inevitable y el más desgarrador.

Hacía mucho que no me sentía tan pequeña frente a una vida que me come y hacía mucho que no me costaba tanto conciliar el sueño por la noche. Estoy cansada y sólo pido que el tiempo pare un momento y también que corra muchísimo. Como para que se me quiten las agujetas en las piernas sólo de pensar en despertarme mañana y volver a empezar un día entero. Como para que todo sea distinto o yo misma sea distinta.

Y, además, está ese detalle que no debería importarme pero sí me importa, aporreando las hojas de un cuaderno en forma de frases inconexas que me da vergüenza que alguien lea.

Y, además, está el impulso de hacer caso a Sabina, pisar el acelerador, saltarme mi salida y seguir la A1 recta hasta llegar a San Sebastián.

Pero evidentemente no lo hago.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Contracorriente

Impuntualidad.

La canción más triste del mundo