Sueño de otra noche de verano.
Una hamaca bajo un sol que no quema, una brisa suave y una caricia en el pelo. El beso de la yema de unos dedos sobre una piel que se eriza, el roce de unos labios con mi hombro y el baile de una risa con la mía.
Cierro los ojos bajo la luz dorada y respiro la calma de un abrazo que siento como el lugar más seguro del mundo. La vida parece más fácil mecida entre palabras bonitas y carcajadas que suenan a agua fluyendo entre dos pares de piernas enredadas.
El aire es música suave y unos dedos bailan con los míos en una danza tranquila que se intercala con un zigzag en mi espalda, rozándola sin rozar, adueñándose de ella entera.
No quiero perderme ni un segundo de la magia de este momento.
Y, entonces, me despierto un poco triste.
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