Distancia más tiempo, tiempo más distancia.
Lo vas viendo, se acerca, como cada año, como todos los años. Aunque este, tal vez, sea un poco distinto. Sabes que vas a estar muy lejos, mucho tiempo, más que nunca. Te hace ilusión, mucha ilusión, pero te da un miedo terrible. Quizá sea bueno, tal vez vengas con las ideas más claras, quizá todo lo que necesitas es tiempo y distancia, distancia y tiempo. Tal vez la clave esté en el ambiente, en la gente que te rodea y el aire que respiras, por eso tal vez cambiar todo eso te venga bien. Por otro lado, te conoces lo suficiente como para saber que no, que no te aclararás, que por muchos kilómetros que pongas de por medio, por mucho tiempo que pase, todo va a dar igual. Por eso existe la posibilidad de que tal vez, sólo tal vez, y quizás, no sirva de nada juntar distancia con tiempo y tiempo con distancia... además, cada vez estás más segura de que ese Bécquer que empezó a escribirte tu propia “Leyenda de los Ojos Verdes” se está cansando de ti, de tu inseguridad y de tu tontería, y pretende ponerle punto final al cuento. Y sabes que la distancia y el tiempo lo pondrán todo de su parte, sabes que este verano puede acabarse.
¿Pero acabarse qué? Nunca has empezado nada, ni siquiera has tenido el valor de dejar que te respondan a la eterna pregunta del “¿y si...?”. En parte es culpa tuya, eso de que se acabe algo que no ha empezado. Sabías que pasaría, pero dejabas que las oportunidades pasasen guiñándote un ojo burlón. Ahora te toca tragarte el “¿y si?, dejar que los nombres se ordenen en tu cabeza... en tu corazón. Y después, que pase lo que tenga que pasar, sin que tu tontería vuelva a fastidiarlo todo.
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