Este adiós puede no maquillar un hasta luego.
Ironías de la vida, justo ahora empiezo a acordarme de esa noche del verano pasado en la que, desvelada, cogí un papel, un boli y empecé a escribirte esa carta que nunca podrías ver. Me abrí a mí misma mi corazón, poniendo palabras a eso que sabía sentir tan bien, después de tanto tiempo. Te contaba todo, cada momento que recordaba cerca de ti, cada abrazo, cada palabra que me hiciese feliz, cada detalle que me recordase a ti. Se me encoge el corazón cuando pienso que te quería y me doy cuenta de que pongo el verbo en pasado.
Supongo que esto es un adiós, no definitivo, pero un adiós de “por si acaso”. Porque lo veo venir, y en el fondo no quiero, estaba bien quererte, y sigue estándolo. De hecho, ahora eso me dolería un poco menos, pero es que soy masoquista. Hace sólo un par de días, acordándome de aquel “¿te puedo dar un abrazo?” que solté sin pensar, acordándome del abrazo que me diste cuando tendría que haber sido al revés, todo el vagón del tren se inundó con tu olor, como una especie de dejavú. He vuelto a acordarme de eso, y el “quería” me ha dolido más.
Pase lo que pase, que sepas que te quiero, tal vez de otra manera, tal vez no tanto, tal vez sean las dudas, tal vez… pero, a pesar de todo, nunca volveré a odiar con todo mi amor a nadie, por muy idiota que sea. Que nadie volverá a darle alas a mi tiempo, que mi tiempo no volverá a volar pensando en nadie.
No sé si esto es un adiós, un hasta luego, un hasta nunca, o simplemente, nada, pero, por si acaso, me despido de ti con un cuídate, besos, te quiero.
Interprétalo como quieras, yo seguiré pensando en qué significa para mí.
Comentarios
Publicar un comentario