A veces ardo, y otras veces... sólo quiero arder.

Doy un paso, y otro, y uno más. Al siguiente me fallan las fuerzas y me caigo, como si tuviera alguna conexión rota por dentro, como si mi cuerpo no quisiera hacerme caso. Como si mis pulmones no quisieran coger aire, y el corazón latiese tan fuerte como si quisiera romperme hasta el alma.

A veces soy una bandera que ondea orgullosa, porque a veces me olvido de pensar y sólo me río, porque hay mucha luz alrededor. Otras veces soy un barco a la deriva, porque a veces me doy cuenta de que esa luz viene de las chispas que hacen que todo esté ardiendo.

Qué poco me gusta ver todo el bosque calcinado, y qué poco me gusta cuando las chispas dejan de brillar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Contracorriente

Impuntualidad.

La canción más triste del mundo