"Clic".
A veces, en la vida algo sucede. Hace clic, o hace el ruido de una bombilla que se funde, o hace el ruido de una cerilla que se prende.
Te fallan las piernas, el control, las compuertas de los embalses de los ojos. En pleno llanto te preguntas por qué lloras, y la respuesta es nada. O todo. O la vida desde hace algunas páginas del calendario. No hay nada concreto que te pida este instante de desconsuelo y, sin embargo, lo necesitas, y, sin embargo, quieres pararlo cuanto antes.
De un tiempo a esta parte, cualquier signo de debilidad es una carga. Algunas veces, hay tantas manos a tu alrededor dispuestas a sacarte del socavón, tan insistentes, que acabas te creyendo una inútil, que tú sola no puedes. Que tus propias manos y tu fuerza no bastan, que necesitas mil pares más. Qué miedo da no verse capaz de valerse por uno mismo. Otras veces, flaquear no es una opción, porque si cedes tú, se desmorona todo lo que te rodea. No vale tanto un abrazo como mantenerse de pie sin derramar una sola lágrima. Ni siquiera está permitido tropezar, nadie quiere correr riesgos, mucho menos tú.
Igual es valentía o igual una imprudencia, pero te has propuesto que si el mundo se viene abajo tú serás lo último que toque el suelo. Pretendes soportarlo todo y aún te extrañas cuando una tarde, sin venir a cuento, rompes a llorar. A veces necesitas aliento y alguien que te lo dé; la cantidad justa, para seguir adelante pero no sentirte inservible. A veces las calles son demasiado estrechas, y mejor, porque te permite avanzar un trecho a solas. Tú tropiezas, tú caes, tú aprendes, y no hace falta que nadie te cuelgue la medalla al cuello, te levante o te reproche. A veces, sin embargo, necesitas una palmadita en la espalda, un "bien hecho" al oído, un "sabía que podrías".
Qué equilibrio más tonto el que hace falta para no desplomarse un martes de invierno sin venir a cuento. Qué necesidad de decir que estoy bien, pero a veces no. Que igual me muero de ganas de hablar pero no me apetece. Que no me molesta que de vez en cuando haya silencio. Que necesito cerrar las ventanas que dan al exterior para ventilarme por dentro. Que esta columna necesita un andamio, por si acaso.
Igual es valentía o igual una imprudencia, pero te has propuesto que si el mundo se viene abajo tú serás lo último que toque el suelo. Pretendes soportarlo todo y aún te extrañas cuando una tarde, sin venir a cuento, rompes a llorar. A veces necesitas aliento y alguien que te lo dé; la cantidad justa, para seguir adelante pero no sentirte inservible. A veces las calles son demasiado estrechas, y mejor, porque te permite avanzar un trecho a solas. Tú tropiezas, tú caes, tú aprendes, y no hace falta que nadie te cuelgue la medalla al cuello, te levante o te reproche. A veces, sin embargo, necesitas una palmadita en la espalda, un "bien hecho" al oído, un "sabía que podrías".
Qué equilibrio más tonto el que hace falta para no desplomarse un martes de invierno sin venir a cuento. Qué necesidad de decir que estoy bien, pero a veces no. Que igual me muero de ganas de hablar pero no me apetece. Que no me molesta que de vez en cuando haya silencio. Que necesito cerrar las ventanas que dan al exterior para ventilarme por dentro. Que esta columna necesita un andamio, por si acaso.
Todo pesa, en los brazos, en la espalda, en el alma y el corazón, en los ojos, en los labios, en la entereza, en las fuerzas, en la voz, en la risa, en los sueños. En la vida, que cuando no puede más hace clic, o hace el ruido de una bombilla al fundirse, o hace el ruido de una cerilla al prenderse.
You have suffered enough
and warred with yourself,
it's time that you won.
Falling slowly - Glen Hansard
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