Victoria.
Hay personas escondidas detrás de un voy a estar a tu lado siempre, y luego desaparecen más rápido que una hoja de otoño volada por el viento. Y después, te escupen culpabilidad, dolor, decepción. Pero las agujas del reloj no perdonan, y el tiempo lo pone todo en su lugar. Si desaparecisteis y nunca os eché de menos, a lo mejor es que no aportabais nada a mi vida. Igual yo no os exilié, igual os marchasteis solos.
Igual, al perder, gané.
Nunca nadie podrá afirmar con seguridad si soy vencedora o vencida, salvo yo. Las victorias más grandes son aquellas en las que me enfrento a mí misma, y ningún juez al que me encare jamás debería ser más severo que yo. Y no hay nada más absurdo y triste que un autoengaño.
Yo gano si controlo el vaivén de mi voz, si transformo la rabia en palabras, si las ganas de llorar que tengo son de emoción. Gano si pierdo a quien me duele. Gano cuando lo consigo después de lucharlo tanto tiempo. Conozco mis límites, y no gano hasta que los he superado. Gano cuando gana quien más me importa, gano cuando apenas recuerdo que vivo en un día triste del calendario, gano con las despedidas que significan reencuentros.
Y aún así, de poco sirve que otros me alcen con la victoria si no me la otorgo yo.
Vivir es alcanzar metas para perseguir otras nuevas. Es no conformarse, es cumplir sueños sin dejar de soñar. Vivir es no tener límites y saber que siempre se puede volar más alto. Vivir es una carrera de fondo en la que no puedes dejar de avanzar ni cuando te estás quitando las piedras de los zapatos.
Los tropezones son oportunidades para adelantarse.
El juego sucio sólo consigue llenar de polvo en camino. ¿Y qué sentido tienen hacerse trampas a uno mismo? Pues claro que se puede ser feliz con una medalla de plástico, pero será una victoria de mentira. Y en el fondo, tú lo sabes, y eso es lo que cuenta. Todas las jugadas quedan marcadas en el trayecto y en el alma, pero sólo puedes borrarlas del primer sitio. Ahí se quedan, y algún día la vida decidirá devolverte todo lo que has dado, las cosas buenas y las malas.
Las victoria es una actitud por la que hay que luchar, el triunfo no siempre se ve, y no todo lo que se ve como triunfo siempre lo es.
Igual, al perder, gané.
Nunca nadie podrá afirmar con seguridad si soy vencedora o vencida, salvo yo. Las victorias más grandes son aquellas en las que me enfrento a mí misma, y ningún juez al que me encare jamás debería ser más severo que yo. Y no hay nada más absurdo y triste que un autoengaño.
Yo gano si controlo el vaivén de mi voz, si transformo la rabia en palabras, si las ganas de llorar que tengo son de emoción. Gano si pierdo a quien me duele. Gano cuando lo consigo después de lucharlo tanto tiempo. Conozco mis límites, y no gano hasta que los he superado. Gano cuando gana quien más me importa, gano cuando apenas recuerdo que vivo en un día triste del calendario, gano con las despedidas que significan reencuentros.
Y aún así, de poco sirve que otros me alcen con la victoria si no me la otorgo yo.
Vivir es alcanzar metas para perseguir otras nuevas. Es no conformarse, es cumplir sueños sin dejar de soñar. Vivir es no tener límites y saber que siempre se puede volar más alto. Vivir es una carrera de fondo en la que no puedes dejar de avanzar ni cuando te estás quitando las piedras de los zapatos.
Los tropezones son oportunidades para adelantarse.
El juego sucio sólo consigue llenar de polvo en camino. ¿Y qué sentido tienen hacerse trampas a uno mismo? Pues claro que se puede ser feliz con una medalla de plástico, pero será una victoria de mentira. Y en el fondo, tú lo sabes, y eso es lo que cuenta. Todas las jugadas quedan marcadas en el trayecto y en el alma, pero sólo puedes borrarlas del primer sitio. Ahí se quedan, y algún día la vida decidirá devolverte todo lo que has dado, las cosas buenas y las malas.
Las victoria es una actitud por la que hay que luchar, el triunfo no siempre se ve, y no todo lo que se ve como triunfo siempre lo es.
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