Destino entre interrogaciones.
Al cabo de un tiempo, volví a encontrar refugio entre las páginas de un libro, volví a dejarme atrapar y volví a olvidarme del paso de las horas en el reloj. Volví a ser un poco más yo. Con las mismas batallas pendientes, con las mismas tormentas desatadas y con el mismo puerto seguro donde amarrar de siempre.
Sigo necesitando salir corriendo, huir lejos, cambiar. Pero, al menos, pretendo viajar leyendo. Las vías de un tren me llevarán a alguna parte, y las palabras de la historia que me acompañe me llevarán mucho más lejos aún. Y después, vendrá otra. Y luego otra más.
Cada paisaje tendrá su propio verso en una canción de palabras inconexas que escribiré a trazos irregulares porque tengo las manos heladas. El granizo se estrella contra los cristales de mi vagón, y el sol me obliga a cerrar los ojos, y las nubes me tapan el azul del cielo, y hace frío y me asfixia el calor. Mi cuento para ir a dormir se emborrona con el vaivén del tren, perdió su argumento tiempo atrás porque la medicina más efectiva resultó causar dependencia, adicción y síndrome de abstinencia. Aprendí a dejar la mente en blanco pero a veces se me olvida. A veces todos los abrigos no me bastan, porque entre los hilos se me cuela el frío.
No sé, ni me interesa, dónde acaban los raíles que me llevarán lejos de hoy. Mi billete sin opción de vuelta tiene pintada una enorme interrogación, una sorpresa, una incertidumbre. La posibilidad de que todo es posible. Recorriendo estas vías todo es viable, y tantas oportunidades me abruman. Tantas alternativas. La inmensidad de la palabra todo. Y el pánico a lo desconocido, y las ganas de conquistarlo.
Tengo el corazón lleno de ganas de que la vida cambie, tanto que me da miedo que termine por reventar.
Cada paisaje tendrá su propio verso en una canción de palabras inconexas que escribiré a trazos irregulares porque tengo las manos heladas. El granizo se estrella contra los cristales de mi vagón, y el sol me obliga a cerrar los ojos, y las nubes me tapan el azul del cielo, y hace frío y me asfixia el calor. Mi cuento para ir a dormir se emborrona con el vaivén del tren, perdió su argumento tiempo atrás porque la medicina más efectiva resultó causar dependencia, adicción y síndrome de abstinencia. Aprendí a dejar la mente en blanco pero a veces se me olvida. A veces todos los abrigos no me bastan, porque entre los hilos se me cuela el frío.
No sé, ni me interesa, dónde acaban los raíles que me llevarán lejos de hoy. Mi billete sin opción de vuelta tiene pintada una enorme interrogación, una sorpresa, una incertidumbre. La posibilidad de que todo es posible. Recorriendo estas vías todo es viable, y tantas oportunidades me abruman. Tantas alternativas. La inmensidad de la palabra todo. Y el pánico a lo desconocido, y las ganas de conquistarlo.
Tengo el corazón lleno de ganas de que la vida cambie, tanto que me da miedo que termine por reventar.
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