(in) Gravity.
Un cóctel molotov en la mente, un terremoto en las manos, un huracán en el corazón y una olla a presión en la boca. Un miedo que suelda los barrotes de la celda que no deja que salgan las palabras. Un montón de sueños que no me dejan dormir. Una bandada de pájaros en la cabeza que pían muy fuerte y no me dejan pensar. Que no me dejan pensar en otra cosa que no seas tú, en realidad.
Hay algo que me tiembla en el pecho. Pavor, creo. Necesidad, tal vez. La sangre hirviendo, burbujeando. Impaciencia. El tic tac de la cuenta atrás que me he inventado y que se me clava en la piel. Ayuda, socorro, auxilio, me ahogo. O blanco o negro, o estrella o me estrello. Y cada vez veo el impacto contra el suelo más cerca.
Y por otro lado, qué revoloteo de mariposas más dulce llevo dentro. Me hacen cosquillas en el estómago con el roce de sus alas, y a veces parece que también vuelo yo. A veces parece que la vida puede empezar otra vez. Que cuando decían todo pasa, tenían razón. Pedía incertidumbre y tengo una muy grande. Una interrogación, un abismo, un salto sin paracaídas y mucho miedo al dolor. Pero es que me late el corazón tan fuerte...
No quise hacer caso a la señal de peligro hace tiempo, y tampoco voy a hacerlo ahora. Porque creo que, o dejo que todo esto escape, o se me van a fundir las paredes del cuerpo. El fuego arde, mi huracán lo aviva. Sinergia o imprudencia, no lo sé. Me atrevo a mirar el precipicio que tengo a mis pies y me da un escalofrío. De repente, las plumas de mis alas vacilan inseguras. Nos vamos a estrellar, susurran. Y las escucho sin querer escucharlas, pero no las respondo. Porque eso ya lo sabía yo, pero no se lo he dicho nunca para no asustarlas.
Cuando se está al borde del abismo sólo hay que cerrar los ojos y dejarse hacer. La gravedad dirá.
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