Limerencia.
Un vaso de café en el fregadero después de apurar los últimos restos de azúcar del fondo. Vainilla en el cuello y las muñecas, música en los oídos y en la cabeza y el corazón. Canta bajito por la calle y el tren llega al andén justo cuando llega ella, y el metro la está aguardando en el suyo, y el autobús frena en la parada para que ella no tenga que esperar. Se deja atrapar por las páginas del libro que lee. El cielo es muy azul, el sol brilla fuerte y la vida es ágil.
Sincronizada.
Las palabras fluyen, de la mente a las manos, que tiemblan impacientes por deshojar margaritas. Porque cree en esas cosas sólo si le dan la razón. Se vuelve loca por las flores, por los fuegos artificiales, por meriendas de chocolate, por reír muy muy fuerte. La brisa es suave, la sonrisa perenne y la vida se tiñe etérea.
Sintonizada.
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