Cosas que no van a ningún lado.

Hoy me he despertado triste porque me he dado cuenta de que los besos que damos en sueños no los recibe nadie. Ni siquiera nosotros, que los soñamos una vez dormidos y mil veces más cuando estamos despiertos. Supongo que se quedan flotando en ese vacío de nada y todo, perdidos, como se pierden en nuestra garganta todas las palabras que no decimos o en la pequeña llama de una vela todos los deseos que no soplamos.

Me he despertado triste por no poder recuperarlos, enfadada con el frío que me ha hecho abrir los ojos y triste otra vez por no ser capaz de volver a cerrarlos con la velocidad suficiente para retomar el sueño donde estaba. Me he arropado y me he acurrucado abrazando la almohada, como si ella me fuera a devolver el abrazo, a darme un beso en la frente o dedicarme tres palabras de consuelo.

Pero ya está.

Ni me he vuelto a dormir, ni he vuelto a soñar, ni he vuelto a besar.

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