Lluvia.
Tarde de agosto gris. Caen gotas de lluvia, golpeando con suavidad los cristales, las hojas de los árboles, el suelo, los paraguas. . . Este no ha sido tu mejor día, y tal vez, si fueras otra persona en el mundo, la lluvia no mejoraría las cosas. Pero no eres otra persona, si no tú, y la lluvia te encanta. Miras al cielo, sonríes, coges el paraguas y lo abres. Pero un par de metros más adelante te paras y vuelves a sonreír, más que antes. Cierras el paraguas y empiezas a mojarte. Mejor, mucho mejor. Todo huele a mojado, está fresco, y la lluvia empieza a arrastrar todo lo malo... se lleva las penas. Vuelves a sonreír.
Precioso, pero estoy seguro que te hubiese gustado mas una tormenta.. =)
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