Casi trece.
Ya va tocando. Casi, casi nos toca decir adiós a un año que se va. Baja su telón para que uno nuevo nazca, florezca. Brille. Y, sin querer, empezamos a hacer balance de cómo han ido las cosas. De si hemos sido buenos o malos, de qué queremos cambiar. Hacemos esa típica lista de propósitos de año nuevo que sabemos que no vamos a cumplir. Miramos atrás. Sonreímos. Lloramos. Echamos de menos. Volvemos a sonreír, y queremos seguir haciéndolo. Quiero cielos azules y miradas verdes. Quiero Estrellas, quiero canciones, quiero a los de blanco y negro y carpeta en la mano izquierda. Quiero diecisietes. Quiero viajes en tren y que tú seas el destino. Quiero encontrar ese puzzle en el que encaje y quiero conseguir las cosas que quiero. Quiero caricias y besos y rosas. Palabras bonitas y momentos bonitos. Quiero un dos al lado de ese uno que ya tenemos. Te quiero. Porque este año, sí que sí, es el trece.
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