Érase una vez...
No va de un país muy lejano, no fue hace mucho tiempo y nadie ha sido feliz comiendo perdices. Pero es que, sinceramente, para mí ya está todo bastante lejos, el tiempo sólo sabe hacerme esperar y prefiero una tortilla de patata antes que las dichosas perdices. Eso sí, al margen de todo eso, las historias de princesas, príncipes, castillos y cosas bonitas, siempre me han llamado, no sé si cómo signo de inmadurez o de esperanza. Así que, por favor, no me hables tú de creer o no creer en cuentos de hadas, porque prácticamente he vivido a base de ellos, a base de pensar que al final los malos pagan y los buenos terminan felices (y reventados de perdices). Ah, claro, y falta el hada madrina, ese maravilloso personaje que lo arregla todo con un poco de magia. Ahora resulta que yo también quiero de esas famosísimas perdices, pero en este cuento faltan un par de personajes principales...
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