Llegaron. Estuvieron. Se fueron.

A veces parece que la vida se basa en eso. Personas que entran y salen de ella, dejando más o menos marca. Pero lo piensas un poco despacio, y es cuando empieza a doler. Primero, en esa gente que estaba, que decía que nunca se iba a ir, que firmaba con "para siempre". Y su siempre llegó. Cogieron el autobús de ida a otras vidas, pero se les olvidó el de vuelta. Luego piensas en los que se están yendo ahora. Tal vez ni ellos mismos se den cuenta, pero cada vez se alejan más. Y es como una agonía, porque tampoco sabes qué hacer para evitarlo. Por último están los que están. Los que aparentemente no tienen motivos para irse pero... sabes que lo harán, que es cuestión de tiempo, y sólo quieres encerrar ese tiempo para que no se vayan nunca. Repasas tu vida mentalmente y echas de menos, de repente, a los que ya se han ido, a los que se están yendo y a los que se van a ir (qué ganitas de llorar). Y todo parece un claro adelanto  y un recuerdo de abriles pasados y por venir. No os vayáis, por favor, no os vayáis. 

"¿Dónde están los viejos amigos que nunca se iban a ir?"

(Abril - La fuga)

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