Estrellas.
Brillantes, preciosas. Que destellan a lo lejos, como diamantes de un tapiz oscuro. Se llaman estrellas. Las estrellas que todos saben que están, las estrellas que todos conocen. Pero esas no son mis Estrellas. Algunas de mis Estrellas serán fugaces, lo sé, empiezan a irse tan deprisa que no me da tiempo a decirlas adiós, echarlas de menos y pedirles el deseo de que se queden a la vez. Estrellas que durante este tiempo han brillado, día y noche, iluminando días buenos y malos, sonriendo a las lágrimas, bailando cuando el cuerpo te pide descansar, subiendo todos los telones que la vida haya decidido bajar. Me uno a vosotros, Estrellas de mi vida, para seguir brillando aunque nuestra estela deje de ser la misma. Porque vuestra verdadera estela, la más bonita, no es la que se ve, es la que ya se ha visto, la que cada uno de estos trece años ha tatuado en mi corazón. Hasta siempre, Estrellas, ha sido un placer compartir vuestra estela.
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