El pantano de tus recuerdos.
Tengo unas ganas locas de enamorarme. De que esas mariposas que a veces me acarician las paredes del estómago me hagan cosquillas en el alma y de que el corazón me golpee con tanta fuerza las costillas que sienta que me las va a romper.
Y, sin embargo, es frustrante, porque apareces cada vez que doblo una esquina para preguntarme, un día que está aún por venir, si le quiero tanto como te quise a ti. Sinceramente, creo que la pregunta está de más, pero no. Es imposible querer más, te lo repetí mil veces, y nunca te mentí.
Además, a ti te quise como sólo se quiere la primera vez, sin ese pánico atroz a que te destrocen el corazón. Sin ese miedo que ahora me atenaza cada latido. Sin ese terror a otro julio árido y salado, al vacío que se me incrustó en el pecho, a las noches silenciosas y al no poder buscar consuelo en quien siempre me calmó, porque entonces era por quien lloraba.
Me siento como si, después de haber reído durante años, de repente tuviese agujetas en las costillas. Unas agujetas que me pinchan los costados, y al final acabo por reprimir las carcajadas para ahorrarme el dolor. Me siento como si hubiera decidido reconstruirme sobre terreno pantanoso, como si tu nombre -que a veces se me escapa- fuera capaz de hacer que me venga abajo sólo con rozarme.
Comentarios
Publicar un comentario