Aquel día, en medio de todo aquello.
Aquel día, se despertó sin fuerzas, se levantó sin ganas, respiró con miedo. Despegó los párpados con angustia, por si desencadenaba una cascada en cada mejilla. Miró hacia atrás y sólo vio gente de espaldas, caminando en dirección contraria, y un bulevar lleno de máscaras rotas. Aquel día la angustia le reventaba los pulmones, y la impotencia, y la tristeza.
En medio de todo aquello, tú pasaste por su cabeza. Tú y la tranquilidad con que solías arroparla sólo con hablar. El frío se coló por las rendijas de un edredón que no daba más de sí, y ella tembló. A veces cree haber cerrado de un portazo el dolor, pero entonces se acuerda de que le faltas y todo vuelve al principio.
Aquel día, el cielo estaba tan azul y el sol brillaba tanto que daba miedo lo claras que se veían las cosas. Las espinas que se habían sembrado en el camino, los goterones de sangre que lo emborronaban todo. Aquel día, todo se tambaleaba un poco y ella no estaba segura de cuánto tiempo más podría mantener el equilibrio.
En medio de todo aquello, se acordó de tus pupilas verde esperanza, y las suyas se llenaron de agua salada. Cuánta falta le hacías, justo entonces, y todos los días.
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