Me adoras.
De repente, lo piensas. Me adora. Tu cabeza lo grita. Me adora, me adora. Te dices que lo sabías, claro que lo sabías, cómo no ibas a saberlo. Pero suena tan fuerte, me adora, tan conciso, me adora, tan perfecto, me adora, tan feliz, ME ADORA. Y te lo repites (me adora, me adora, me adora), mil veces, sin sentirte egocéntrica, sin sentirte mal por ello, porque lo sabes, porque es así, y porque te hace feliz. Me adora, me adora, me adora. Y le adoras, y tanto que le adoras, mucho, mucho, muchísimo. Demasiado no, porque nunca es demasiado.
Te adoro, me adoras.
Y así las comisuras de mis labios bordan una sonrisa que quiere coserse con la tuya.
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