Feuilles d'automne.
El día se despierta soleado, y el viento ya empieza a revolver todas las hojas del suelo. Y tus propias hojas también, como una marea que sube y que baja, meciéndote a su merced, sin cuidado ni un poquito de piedad. Vuelas un poco, apenas rozando el suelo, para que el aire te impulse, subas, llegues a las copas de los árboles y, súbitamente, te estrelles contra el asfalto. Y ya desde el suelo, cuando no hay viento que te levante para volverte a hacer caer, llueve. Llueve. Por fin, llueve. Por fin la lluvia vuelve, por fin el agua cae del cielo, por fin las nubes lloran un poquito para que tú no llores más. "Deja que te moje la lluvia, deja que se lleve tus penas". Es ella, ha vuelto contigo. La lluvia, el olor a otoño, a hierba mojada. Y tú, pequeña hoja de árbol caída al suelo, te empapas de agua, te refrescas y no hay lágrimas. Deja de llover y el sol está escondido, pero está la Luna brillando por él, y él brillando en los ojos de ella.
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