Desastre de "vamos hacia adelante".
A mi alrededor, desastre. Desastre a veces dulce, a veces con encanto, y otras veces desastre desastroso, desastre desmoronado. Desastre de "nada marcha bien", desastre de caídas.
Pero de repente, me doy cuenta de que si hay desastre de caídas es porque al menos estoy intentando dar pasos hacia adelante. Y tropiezo con una piedra, siempre con la misma.
Mirando más de cerca todo cobra sentido: esa piedra es mía, yo la puse ahí. Yo, que con el primer tropezón me convencí a mí misma de que no podía con ello, de que era más probable que fallara a que lo lograra. Y en ese punto estoy, cayendo porque he llegado a creerme que es más fácil fracasar que triunfar, atrapada en mi propia trampa.
Al menos ahora me he dado cuenta y sé que en ningún sitio está escrito que tenga que ser todo un desastre. No tiene que serlo y no lo será. Será un desastre desordenado, dulce y con encanto, pero no un desastre de caídas, tropezones y decepciones conmigo misma.
Tocar fondo no es tan malo si lo usas para coger impulso. Además, entre tanta caída hay algún logro, y no puedo dejar que eso se me olvide.
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