Never crazy enough; never in love too much.

Me dijeron que me diera tiempo, y no sé si el tiempo ha volado o está parado.

A veces parece que esta mañana has estado aquí diciéndome adiós, y entonces me sube por la garganta la desesperación de un último beso, de cristales rotos y rosas muertas. Y la desesperación se me muda a los ojos empapados.

No voy a mentir, hace días que no lloro más que una lágrima que se me escapa. Hace días que he aprendido a no llorar. Hace días que pienso en ti y sólo siento una presión enorme en el pecho, un vacío en el alma y una nada bajo mis pies. 

Pero no lloro, ni siquiera cuando piso la tabla del suelo que cruje y tu fantasma se ríe a mi lado. Cuando eso ocurre, me hundo un poco más en tu ausencia. Pero soy una campeona, no lloro.

Aunque te echo mucho de menos, y cada día más. Porque cada vez que una lágrima se fuga y corre libre por mis mejillas, cada vez que siento que no siento nada más que alfileres dentro de mí, o cada vez que consigo reírme mucho y me salen dos comisuras y media... Cada vez que ocurre algo de eso quiero contártelo, para que me salves o para que te rías conmigo.

Y no estás.

Y las dos comisuras y media desaparecen, y mil lágrimas amenazan con fugarse y los alfileres dentro de mí se clavan aún más.

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