Tus ojos.
Nadie puede saber lo que yo sentía cada vez que miraba tus ojos. Ni siquiera yo lo sé del todo. Sólo sé que el corazón quería latir más rápido y más lento, todo a la vez. Que mirándolos sabía que nunca ninguna distancia sería demasiado lejos, que nunca ninguna distancia sería demasiado corta. Miraba ese verde que pintaba mi esperanza y sabía que nunca podría estar tan cerca de ti como quisiera. Nunca podría acariciarte tanto.
Te miraba a los ojos y me perdía en ellos, sin importarme el hecho de no volver a hallar jamás la salida. Y entonces eras tú quien me encontraba, dibujando con tu boca en mis labios el camino. Y así, cerrando los ojos, nos abrimos todas las puertas del universo. Hoy he vuelto a perderme, y no hay ojos ni labios que me salven ya.
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