13 de julio.
Cuesta abajo, sin frenos y en la cuerda floja. Esa era yo antes del final. Te buscaba, desesperada, necesitaba tus ojos y me aferré a tu promesa de "hay momentos mejores y otros peores, pero lo solucionaremos, te lo prometo".
Me desperté con la misma ilusión que tiene un niño la mañana de Reyes, y el corazón se me quería salir del pecho. Te vi y no me lo podía creer, después de tanto tiempo. Sólo quería abrazarte, ni siquiera me hacían falta besos. Necesitaba arroparme entre tus brazos y respirar tu olor. Necesitaba no soltarte nunca.
Me desperté con la misma ilusión que tiene un niño la mañana de Reyes, y en vez de regalos me encontré tu "yo ya no puedo más". No sabía que pudieran existir besos tan fríos y cortantes como un cuchillo, pero tampoco me imaginé nunca que nuestro trece se convertiría en un puñal.
Tengo el corazón callado, no le dejo hablar, porque si él habla yo lloro. Sin embargo, a veces le oigo susurrar muy bajito.
Dice que está roto, muy roto, como un pañuelo ajado. Dice que sólo podrías coserlo tú.
Comentarios
Publicar un comentario