Tus restos.
Tengo un baúl lleno de planes desordenados, de preguntas inconexas, de historias incompletas. Tengo un pedazo de mi alma que se llama igual que tú y se siente un poco huérfano. Tengo bordadas en los latidos de mi corazón todas tus promesas.
Cómo me gustaba que me prometieras el cielo, tal vez porque siempre lo cumplías todo. Por eso, cuando llega el latido que lleva pespunteado aquella promesa, mi favorita, la más grande, la única incumplida, el corazón se me para y no sabe continuar.
Creo que tengo que confesar que no puedo dormir si no imagino que me abrazas. Sé que es como jugar con fuego, sé que sería menos peligroso dormir entre espinas, aunque en el fondo es casi lo mismo.
Se me da fatal esperar, sobre todo desde que cada golpe del segundero se me clava en los dedos, que preguntan por los caminos que pinté en tu espalda.
En el fondo, sólo quiero saber de ti; saber cuántas veces al día te acuerdas de mí, y si son más que las veces que me olvidas. Si me dejan pedir un deseo, prefiero no hacerlo en alto. Sólo diré que compraría lo que no tengo para después darlo todo a cambio de que se pudiera cumplir.
No he vuelto a ver estrellas desde la última vez que te vi, sólo le he hablado a la Luna una vez y el Sol y el número trece arden. El trece, que ha significado siempre "te quiero", hoy significa "adiós". Quema tu despedida sin reencuentro, y quema tu punto final.
Comentarios
Publicar un comentario