Funambulista.
El otro día me preguntaron "¿antes no llevabas una pulsera en la muñeca izquierda?".
Ahí están, en un rincón, una pulsera de plata y un colgante con muchas espirales. Ahí están, en un rincón, dos de los días más felices de mi vida.
Recordar algunas cosas es como pasear al borde de un acantilado y querer ver el mar rompiendo contra las rocas. Qué peligro. Pero me asomo un poco más.
El primer diecisiete, de noche y muy abrazados. Con la emoción desbordante con que se empiezan todas las grandes historias. No eras un príncipe y no tenías castillo, pero, qué casualidad, tenías y tienes todo lo que me hacía y me hace falta. Juntos, además, lo teníamos todo; la timidez de los primeros besos, la tinta negra para escribir el cuento más maravilloso.
Me colgué tus espirales al cuello y te sentía justo a mi lado aunque estuvieras lejos. Las acariciaba y sonreía, las apretaba fuerte en mi mano y me llenaba de fuerzas. Eso también me falta.
Tropiezo entre recuerdos y me caigo al vacío. Pero ahora qué más da, tengo la cara empapada de agua salada y no puedo hundirme más.
Febrero, y yo en un tren hecha toda nervios y ganas de verte. Impaciencia, y algo más. Ataste tu nombre y la fecha del primer diecisiete en plata a mi muñeca izquierda. Ataste tu boca a mi boca, ataste tu piel a mi piel. A media luz, nos atamos, desatamos, enlazamos y acariciamos mil veces. Nos recuerdo temblando de nervios, nos recuerdo besándonos con impaciencia, inquietud y timidez.
Atado a mi mano, me guiabas al escribir nuestra historia. Y yo leía y releía tu nombre, una y mil veces, no se me fuera a olvidar. Y lloré de felicidad, lloré como pocas veces se llora, con la alegría de quien ha besado el cielo.
Me faltan tus espirales, me falta tu nombre en mi muñeca, me faltan muchas cosas. Me falta mi mejor amigo, mi amor, mi cómplice y todo. Me falta tu tranquilidad, me faltan los treces que significan "te quiero". Ahora mismo sólo tengo lágrimas, así, en plural.
Me faltas, no sabes cuánto me faltas. Me faltas porque te necesito, y te necesito porque te quiero.
Como un funambulista imbatible leyendo el braille los pasos del siguiente mortal
Vetusta Morla, "Baldosas amarillas".
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