Qué quiero ser.
Carnaval es ese día en que puedes ser quien quieras ser. Desatas tu imaginación, dejas que vuele, y el único límite que existe es hasta dónde estés dispuesto a trabajarte tu disfraz. Sólo hay una barrera que pueda frenarte, y eres tú mismo. Básicamente como el resto del tiempo.
Antes de Carnaval, cierro los ojos y pienso en qué querría ser. Se me vienen a la cabeza mil cosas, pero hay una que brilla sobre las demás.
Tu buena música.
Esa que te enamora, que acaricia tu oído y viaja a base de impulsos nerviosos por todo tu cuerpo. La música que hace que se te erice la piel, que las manos te bailen golpeando unas baquetas imaginarias, que el pulso se te acelere y los ojos esos que tienes se te cierren, porque el mundo exterior no importa si tienes buena música dentro.
Quiero ser esa canción que transforma todo lo que te rodea, que le susurra su melodía a tu corazón y lo conmueve. La música que te saca una sonrisa, el estribillo pegadizo y optimista que eres incapaz de sacarte de la cabeza. Pero también quiero ser ese entramado de negras, silencios y corcheas que ralentizan la sangre en tus venas, que detiene al aire en tus pulmones y te empapa los ojos y las mejillas de emoción.
Por encima de cualquier cosa, quiero ser esa canción que vuelves a poner cuando termina. Ese baile entre melodía y letra que hace tus minutos más breves y nunca quieres que acabe, que es como un beso breve que sólo buscas repetir, que paladeas y saboreas.
Por encima de cualquier cosa, quiero ser esa canción que vuelves a poner cuando termina. Ese baile entre melodía y letra que hace tus minutos más breves y nunca quieres que acabe, que es como un beso breve que sólo buscas repetir, que paladeas y saboreas.
No hay nada que quiera con más fuerza que ser esa buena música de la que estás enamorado. En Carnaval y todos los días.
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