Espinas heladas.

Cuánto sueño últimamente. Cuántas veces vuelvo a verte. Cuando duermo, apagas las luces y enciendes mi alma, en los abrazos vuelve a sobrar todo y la piel se recorre sola. No hay espacio entre tú y yo para nada que no quepa en un suspiro. El mundo se detiene y las calles se vacían, como cada vez que me besabas.

Al despertar, todo se esfuma. El mundo vuelve a girar un poco perdido, y las calles están atestadas de gente. Se acerca la Navidad, y Madrid en invierno quiere hacer las paces conmigo. Pero tengo muchas ganas de llorar, y no me convence.

También me planteo ser valiente y tragarme las espinas... pero me da miedo, me acobardo. Salgo corriendo. Y en cada pisada se me clavan más.

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